jueves, 28 de octubre de 2010

Taxidermista.

En muchas ocasiones nos vemos obligados a hacer ciertas cosas que no nos gustan mucho. Las razones son varias, puede ser buena educación, tratar de no hacer enojar a un amigo o callarnos una verdad, porque extrañamente en este siglo, la verdad puede ser considera algo grosero y emitir con tu voz una verdad, puede ser un acto de imprudencia o de verdadera mala vibra…
Normalmente yo huyo a esas ocasiones y me escudo bajo el lema de “Cada quien su vida”, aunque otras es imposible huir de esto y lo único que nos queda para salir airosos (que no aireados) del asunto es sonreír y hacer de tripas corazón…
No les hablaré de una de esas ocasiones, sino de una de aquellas que no nos queda más que repetir cuantas veces sea posible.
Mi historia comienza en mi escuela. Saliendo de ella me dirigía con toda la prisa posible hacia una plaza del sur de la ciudad, en la cual vería a un amigo pianista para irnos a dar un concierto a un estado vecino… decidí que sería mucho más rápido si tomaba el primer taxi que encontrara por el camino. Eso hice, precisamente. Mi sorpresa fue mayúscula cuando me percaté que el taxista era un hombre de mediana edad (los hombres de 30 a 40 años me vuelven loco, especialmente si son peludos y tiene el cabellos canoso), un poco llenito, con los brazos más peludos que hombre cualquiera pudiera tener y una barba que se juntaba a los pelos de su pecho, cabeza rapada y una pancita que dejaba adivinar que era adicto a la cerveza… en otras palabras uno de los típicos osos que pululan por la ciudad y que en su mayoría son heterosexuales.
Con la voz más grave que pude le dije: a la plaza tal, por favor. El taxista mencionó diversas rutas que podrían ser más rápidas o más lentas dependiendo del tráfico nuestro de cada día; escogimos aquella que pensamos sería más rápida y empezamos una plática normal de taxista y cliente.
Entre palabra y palabra se notaba que ambos nos interesábamos cada momentos más el uno por el otro. Encendí un cigarro y le ofrecí uno a mi oso taxista, el cual lo aceptó con mucho gusto… mis manos se posaron en las suyas y nuestras miradas se encontraron. Sin siquiera pensarlo nos besamos apasionadamente, lo único que recuerdo de su beso es su lengua intentando entrar lo más profundo dentro de mi boca y su barba y bigote picando toda mi cara y labios… Su aliento a cigarro mentolado y el mío se unían totalmente y nuestra respiración se hacía cada vez más agitada. Sólo logró separar nuestros alientos el hecho de que muchas bocinas de carros gritaban y pitaban detrás de nosotros…
-Es cierto que los taxistas son calientes por naturaleza? Le pregunté. Y él, con la misma naturalidad de la que había hecho gala me contestó – Claro que si. Quieres probarlo?
Contesté: por supuesto. Tienes lugar?... Él sólo asintió la cabeza. Encendí otro cigarro y llamé a mi amigo y le dije que se adelantara y que me esperara en el teatro directamente. Mi amigo quiso saber que era aquello que me haría quedarme en la ciudad durante unas horas más, pero no le dije nada en ese instante.
Mi taxista (a quien despersonalizaré llamándolo Taxista I, porque es mi taxista favorito) y yo nos fuimos a su casa, que por fortuna, quedaba cerca de la plaza a la que nos estábamos dirigiendo hacía apenas unos instantes. Sé que en anteriores post me he vuelto un poco porno y como nadie se ha quejado incluiré un poco de porno en este post también, solo para no perder la costumbre, que creo muy sana, de no callar absolutamente nada acerca de mi vida…
Llegamos a su casa y me percaté de la falta de retratos y de fotografías personales, me ofreció un vaso de agua y yo le ofrecí una mamada, para responder correctamente a su amabilidad; aquel hombre que me había cautivado con su atractivo realmente masculino no hacía quedar mal al género de los osos: un cuerpo repleto de vello corporal, músculos formados pero sin ser un mamado, un pene de dimensiones un poco mayores que las promedio (20 cm.), de un grosor que prometía ser doloroso y un trasero espectacular repleto de aquella vellosidad que cubría todo su cuerpo… Todo un oso y dispuesto a hacer todo aquello que quisiera.
Me desnudó con un ansia maravillosa y nos dedicamos a comernos mutuamente durante un buen rato; mi osito sabía hacer las cosas con calma y disfrutando cada momento… A mí me encantó poder penetrar ese trasero peludo y sentir como su cuerpo se excitaba mientras el mío le penetraba lentamente y a ritmo acompasado por mi interior música andante… Cuando le tuve totalmente penetrado sentía sus manos acariciar mis testículos con una cadencia rápida pero intensa y mi mano fue hacia su pene que goteaba unas gotas de natural lubricante y que exhibía una erección importante y que merecía ser homenajeada…
Después de un tiempo en varias posiciones Taxista I me dijo con un tono de voz que no dejaba lugar a dudas que si sus deseos no eran correspondidos iba a explotar: Puedo penetrarte??.., Un silencio incomodo se sintió en toda la casa y solo acerté a decir con mi mejor cara, ecuanimidad y presencia…
-Si. Pero utiliza mucho lubricante… y sé gentil.
Era la primera vez que un hombre me penetraba desde hacía años y sabía que dolería muchísimo más de lo que pensaba… Taxista I me penetró primero con un dedo lubricado por su saliva. Después me penetró con dos dedos, y cuando creyó que me podría penetrar sin tanto dolor procedió a ponerse un condón y puso la punta de su pene en mi y con las ansias y ganas que me traía no se aguantó y empujó todo lo que pudo… Un grito de dolor resonó por toda la casa.
-No te muevas. Por favor, espera un momento, acerté a decir entre jadeos y lágrimas. Taxista I empezó a besarme la espalda, la nuca y las orejas. – Calma. Tranquilo… me decía al oído… Cuando me relajé un poco más empezó un vaivén increíble y pude disfrutar más de mi primera vez después de muchos años de no dejarme penetrar por hombre alguno… Fue una experiencia que me mostró el placer al cual me había negado durante un tiempo por razones personales…
Por supuesto esto pasó hace algunos años y aunque mi rol sexual es de preferencia activo, nunca me he negado a hacer de pasivo con los hombres que me lo piden y que me gustan lo suficiente para otorgarles esa parte importante de mi…
Ah! Casi se me olvida… Después de esta experiencia que duró unas cuantas horas Taxista I y yo nos dirigimos hacia el estado vecino para mi concierto (él quería escucharme cantar y se sentía apenado por el dolor físico que me había causado… aunque feliz por el placer que ambos sentimos). Por supuesto en el trayecto le di una sesión de sexo oral (Si, tengo una fijación oral cabrona) en la carretera, sólo para cumplir una fantasía de ambos y para no quedarme con ganas de su cuerpo. Llegamos justo a la segunda llamada, el tiempo exacto para presentar a mi amigo pianista y a Taxista I y el de vestirme y lavarme los dientes (sé que obviamente, el público no percibe tu aliento cuando cantas, pero es mejor nunca exponernos a pasar vergüenzas) y la cara…
Cuando terminó el concierto Taxista I, mi amigo pianista y yo nos regresamos a la ciudad y entre la hilarante conversación de todos en el auto le conté a mi amigo toda la odisea de la tarde y porqué le había dejado plantado y porqué había llegado hasta la segunda llamada… El sólo se reía. Meses después y taxistas luego mi amigo me pondría el apodo de “El taxidermista”, puesto que según él mi especialidad era el de estudiar y disecar la piel y los órganos de los taxistas…
Ustedes que creen?

Cabaret...

Esta es una secunda presentación ya que en un anterior post se me olvidó decir algo muy importante de mi. Aparte de ser un JOVEN CONTRATENOR OSO soy CABARETERO.
Así es. Lo acepto. Es algo que muy pocos en México entienden. Cómo un contratenor puede ser CABARETERO? Pues en realidad es muy fácil… Todo se resume así:
En los inicios de mi carrera en la ópera empecé a escuchar ciertos discos de un autor alemán llamado Kurt Weill. Eran unas canciones maravillosas y en una interpretación sublime (The Unknow Kurt Weill, de Teresa Stratas). En ese disco la soprano Teresa Stratas (tal vez la recuerden como la Violeta en La traviata de Verdi en la versión cinematográfica de Zefirelli con Plácido Domingo) sabía sacarle partido a cada nota y a cada palabra… Era un arte totalmente retórico (Como la música barroca, medieval o renacentista) y más musical que cualquier ópera romántica estúpida (léase cualquier autor de ópera del siglo XIX menos Wagner, algún Verdi y cosas así). Quedé hondamente impresionado por ese disco y decidí que en mi carrera era eso lo que quería llegar a hacer… Y bueno, sigo en el camino a la perfección de este arte.
De donde nace el Cabaret se preguntarán algunos… O qué es el cabaret?... les diré: El verdadero cabaret, con el cual se identifica inmediatamente a este género nace en la Alemania de postguerra (de la primera guerra mundial), una Alemania deprimida y exangüe que solo quería un poco de diversión en su vida. Esa diversión la encuentran en los restaurantes donde las mujeres y hombres de lo que después sería llamado Cabaret cantan y bailan canciones hechas para poder despejar la mente de las personas… Aún así el cabaret no deja de lado nada y hay en sus canciones y espectáculos una crítica sistemática hacia el sistema político-social (de hecho no se puede hablar del cabaret sin hacer una crítica al sistema capitalista occidental )y hacia la sexualidad de principios del siglo XX, francamente reprimida.
Así surgen grandes intérpretes (como Lotte Lenya, Marlene Dietrich, Edith Piaf en Francia, etc.) y grandes compositores (como Kurt Weill, Friedich Hollaender, etc) de música especial para el cabaret, donde no interesa tanto una técnica vocal ni una impostación, sino una presencia escénica a la cual se añadía el poder decir un texto con todo su peso dramático. En el cabaret no importa cómo se cante, sino como se diga un texto (se le puede comparar, en cierto sentido, a Chabela Vargas, que no canta nada pero cuya manera de decir un texto puede alegrar o hacer doler el alma).
Decidí ser CABARETERO. Pero había un problema esencial: El repertorio de cabaret es esencialmente para voz femenina, y en algunos casos para voz masculina, y no hay una sola canción de ese repertorio hecha para contratenor…
Así que: Decidí inaugurar la versión para contratenor... Y esa es la maravillosa historia de cómo me volví CABARETERO. Y la vida de cabaret es maravillosa. Nunca tienes que disimular nada y siempre se puede improvisar…
Como aquella ocasión que conocí a un chico muy lindo en el cabaret y me fui a su departamento. Estábamos a punto de follar en su cama y de repente sentí ganas de hablar (de vez en cuando es bueno hablar y conocer al chico con el cual te vas a acostar) y le dije:
-Hablemos- a lo que él contestó: -Está bien mi putita- y me empezó a golpear el trasero y a lamer el ano. Ante mi incomodidad ante ese primer fallido intento le dije: - No. De verdad, hablemos de verdad. Y él contestó –Eso es algo muy íntimo, no? Y yo francamente indignado le espeté- Osea hace un momento me estabas lamiendo el ano pero platicar para ti es demasiado íntimo?... por supuesto el galán me sacó a empellones de su departamento y huyó de mi como se huye de la peste bubónica y ante la muestra de una verdad innegable.
Jaja. Son los gajes del oficio de todo CABARETERO que se precie de serlo. En México se confunde muy a menudo el Cabaret con la prostitución. Por una extraña razón en México todo cabaret creado en el siglo XX era un putero donde las muchachas lo mismo te ayudaban (o mejor dicho las ayudabas dándoles su quilito o su cuartito, depende el caso, de ayuda) y te daban un beso de buenas noches. El cine de Sasha Montenegro y de Andrés García no ayudó mucho en quitar esa mala imagen.
Así que ese es el problema esencial del cabaret en México… y sin embargo hay una maravillosa persona que ayudó a quitar esa idea. Su nombre es Liliana Felipe. Quien junto a Jesusa Rodríguez pudo hacer cabaret de calidad en Coyoacán y que inauguró un sitio idóneo para hacerlo (el cabaret, por supuesto): El Vicio. Una de las metas de mi vida es hacer cabaret allí. Aunque la gente crea que soy un gigoló o que me vestiré de mujer (los JOVENES CONTRATENORES OSOS GAY CABARETEROS no hacemos eso) en las noches me importa un bledo y seguiré haciendo mi cabaret estilo alemán de los años 20s en el lugar que más me guste y a donde me inviten.
Y así es como salgo de (un muy abierto) closet y me declaro un JOVEN CONTRATENOR OSO GAY CABARETERO.

lunes, 18 de octubre de 2010

Presentación.


Ser gay en esta ciudad es difícil.
Ser contratenor en esta ciudad (y en todo México) es difícil.
Ser un oso gay en esta ciudad es difícil.
Ser un contratenor gay oso en esta ciudad es muuuy difícil.
Pero vayamos por partes.

Qué es un gay? Gay es una palabra inglesa que significa… sí, alegre. Por alguna extraña razón los ingleses creen que ser gay (homosexual, maricón, puto, etc.) es algo que da alegría; los ingleses creen que los gays se visten con ropas de colores brillantes (por supuesto de las mejores marcas) o “alegres” (lo cual es muy subjetivo ya que por ejemplo, mi color favorito y siempre presente en mi vestimenta habitual es el azul o el gris y el negro); como vemos en muchas cosas el gay no es alegre, y al contrario, resulta ser impertinente, impenitente, pesimista y negativo (ejemplos: Joe Orton, Oscar Wilde, Francis Bacon, y un largo etcétera de artistas cuyas vidas fueron difíciles y han sido constantes dolores de cabeza en sus respectivas sociedades). Así que tal vez “gay” no sea un epíteto apropiado para nosotros. YO en particular preferiría el epíteto inglés de “Queer” (raro), aunque ese epíteto englobaría a muchos heterosexuales, etc. Entonces, ¿cuál sería el epíteto sería el apropiado para nosotros?... en realidad ninguno. Somos una especie aparte en el mundo, con gustos diferentes y a veces diametralmente opuestos: Somos seres humanos. Pero esto no encaja totalmente con la sociedad ni con la moral establecida durante siglos y milenios. Así que “gay” está bien por ahora…

El segundo término, contratenor, dícese de un hombre que canta en el registro vocal de una mujer. En México son muy pocos aquellos que han logrado sobresalir en este rango particular de la voz masculina. El más preclaro contratenor mexicano (no conocido más que en algunos círculos selectos de la ópera mexicana) es Héctor Sosa, quien en 1998 ganó el concurso de canto Carlo Morelli, el más prestigioso concurso de ópera en México. Suenan otros nombres de contratenores mexicanos, pero ninguno ha podido ganar un premio de la magnitud que Héctor. Y otros, como yo, somos apenas estudiantes con un reconocimiento aún escaso, pero que empezamos a ver más publico en nuestros conciertos y que poco a poco nos vamos dando a conocer. Si a esto aumentamos que el montaje de óperas en México no va mucho más allá de la Boheme, Traviata y Carmen (óperas bellas y hermosas, pero ya un repertorio aburrido, ¿no?) y que el público no va a las dos o tres óperas barrocas que se montan aquí… vamos mal. Y además, para los papeles que podría hacer un contratenor se escogen a sopranos, mezzos y a veces hasta tenores… es difícil.

Dejando de lado mi terrible speech sobre la ópera mexicana…
El tercer término: Oso. Los osos pertenecen a lo que algún estudioso (gay) ha llamado la “Fauna homosexual” (¿?¡¡ Acaso existe la fauna heterosexual?). Son los hombres gays cuyo cuerpo es robusto, gorditos, con barba y vello corporal (seamos explícitos: pelos hasta donde no). Los osos tienen un carácter que choca totalmente con los gays normales: eructan, se visten sin una moda definitiva (lo que mejor nos quede y acomode), usan chaquetas de piel o mezclilla, con los modales no tan refinados y sin amaneramientos (aunque esto no siempre se cumple). Los osos pueden pasar desapercibidos en un ambiente totalmente hétero, dando palmadas al hombro a sus cuates, nalgadas en un partido de futbol, comiendo tacos en la calle, dándole el paso a una mujer en el metro, etc.

El oso es como un heterosexual, pero evolucionado.

Entonces quedamos en esto: YO SOY UN CONTRATENOR OSO GAY. Lo cual es muy difícil de ser cada cosa por su lado, pero juntos son una bomba. ¿Y como me muevo por el ambiente gay defeño? Con mucho trabajo en realidad.

Como las joterías me gustan en pequeñas dosis es difícil ir a la zona rosa. Cuando voy me siento un bicho raro y fuera de lugar.

Uno de aquellos buenos días en los cuales me estaba paseando en la zona rosa entré a una Sexshop para comprarme un dildo (En estas épocas de deshumanización incontrolada un dildo nunca está de más, ¿no? Es en primer lugar más barato que cualquier cita a un cine, café, etc. Sobre todo si eres caballeroso con el damo que te acompaña. En segundo lugar no te hace preguntas incómodas como: ¿Hace cuánto que no tienes sexo?, ¿Porque no te depilaste los huevos? o ¿ Para qué quieres que me lave antes de mamármela? Y en tercer lugar, te lo hace cuando quieres y donde quieras que es lo más importante.). Yo estaba muy entretenido viendo los dildos y uno negro me llamó inmediatamente la atención: Era una delicada pieza de silicón con un glande totalmente realista, circunciso y con unos testículos maravillosos, ideado para poder pegarse a la pared o alguna mesa y darle a todo… En el justo instante cuando la baba estaba a punto de caérseme de la boca, una de las dependientes de la sexshop se me acerca y me dice:
-A su novia le gustará muchísmo.
Recogiendo mi baba le dije: - No, es para mi.
-Ah! Tenemos estimuladores de próstata que le irán mejor a un joven hétero como usted.

Indignado (por supuesto) le espeté: - ¿Heterosexual? Mejor dígame perro. Yo soy un CONTRATENOR OSO GAY. Por favor, déjeme en paz mientras yo mismo veo lo que quiero meterme por el culo.

La mujer no daba crédito a lo que le dije. Espetó una delicada disculpa y me mostró lo mejor en dildos… De los cuales me compré uno solo, puesto que la economía de un joven CONTRATENOR OSO GAY no es tan buena como para tener una colección de dildos, aunque se muera por tenerla…

Es horrible que siendo uno gay no se le note (tanto). Como diría Homero Simpson: “Ya me conoces Marge: me gusta la cerveza fría, la tele fuerte y los homosexuales locas locas”. Y así es en el ambiente gay defeño: Si eres de esos pocos que navegan en el limbo pareciendo heterosexual nadie se te acerca, ya sea para ligar o siquiera para pedirte la hora. Si uno quiere ser gay en el D.F. hay que ser gay totalmente, el ambiente no tiene parte medias.

Pero eso es también lo divertido de ser gay, ¿no? Yo me he tirado incontables veces a chavos héteros solo por el lujo de pasar desapercibido entre ellos.
Así que no me queda más que admitir: no hay mejor vida sexual en el D.F. que la de un CONTRATENOR OSO GAY!!!! El D.F. es simplemente un lugar maravilloso donde todos quieren un acostón y ya que el sexo es como la pizza, siempre queremos mas…